viernes, 22 de marzo de 2013

orientación educativa



FASE CERO: A pesar que la testosterona es la hormona de la sexualidad y se supone que es la hormona masculina, la mujer también la produce en cantidades menores en sus ovarios y glándulas suprarrenales. Las otras hormonas y neurotransmisores responsables de la respuesta sexual son similares para ambos sexos; por tanto, la respuesta sexual de la mujer es similar a la del hombre

La sexualidad de la mujer es muy diferente a la de hombre, mucho de esto debido a factores culturales, pero también existen una serie de eventos en la vida de la mujer que influyen en su sexualidad. Después de la primera regla comienza lo que algunas madres definen como “mi hija tiene las hormonas alborotadas”. En este período muchas mujeres reprimen su sexualidad por factores culturales, contrarios a los del hombre donde se incita a la realización del acto sexual. Este control sobre la sexualidad de la mujer puede tener efectos negativos en el futuro.

Durante el embarazo existe disminución del deseo en el primer trimestre, relacionado al malestar ocasionado por los síntomas comunes de este período o al miedo que la relación pueda provocar un aborto. En el segundo trimestre, el deseo puede ser normal e inclusive estar aumentado porque los síntomas del primer trimestre suelen desaparecer y se comienzan ha sentir los movimientos fetales, lo que le da seguridad que el bebé esta bien.

Durante el tercer trimestre, suele haber disminución del deseo porque comienzan a aparecer síntomas mecánicos relacionados al aumento del tamaño del útero y los cambios físicos que sufre el cuerpo la hacen sentir menos atractiva. En el puerperio, es cuando el deseo llega a su mínima expresión porque el recién nacido ocupa la mayor parte del tiempo de la mujer, a lo cual se suma el agotamiento y el trasnocho producido por sus demandas.

FASE DE EXITACIÓN: La excitación es consecuencia de la estimulación sexual que puede ser física, psicológica o una combinación de ambas. Las respuestas sexuales, se asemejan a otros procesos fisiológicos en la medida que se pueden desencadenar no sólo mediante contacto físico directo, sino a través del olfato, la vista, el pensamiento o las emociones.
La primera señal de excitación sexual en la mujer es la aparición de una lubricación vaginal que se inicia de 10 a 30 segundos después del principio de la estimulación sexual. Esta lubricación, es producida por el aumento de flujo hacia las paredes de la vagina, que provoca la percolación de un fluido a través de las paredes de la vagina, en un proceso llamado “trasudación”.

La secreción se presenta en forma de pequeñas gotas aisladas, que fluyen en sucesión y que acaban por humedecer toda la superficie interna de la vagina. En la fase inicial de la excitación sexual, la cantidad de fluido es a veces tan escasa que ni la mujer ni su compañero lo notan. Sin embargo, la densidad, cantidad y olor varían mucho de una mujer a otra y, en una misma mujer, de un momento a otro.

La lubricación facilita la penetración del pene y la suavidad del movimiento de empuje, a la vez que impide que la mujer sienta incomodidad o molestias durante el coito. A medida que continúa la excitación, ocurre la dilatación y el alargamiento de la vagina, fundamentalmente, en los dos tercios internos del conducto. La superficie, que normalmente es arrugada, se alisa y la mucosa se adelgaza con la expansión.
El alargamiento vaginal es de tal magnitud que aumenta un 25% más, en relación con las dimensiones que tenía antes de la estimulación. La mayoría de las personas desconoce estos cambios porque no son visibles, a diferencia de los cambios que ocurren en el pene. Lo cierto, es que son indispensables para el coito y cuando no ocurren suele haber dolor en el momento de la penetración.
La vulva adquiere un color púrpura intenso, conforme continúa la excitación y los labios se separan. Este cambio, asociado a la lubricación y dilatación vaginal, son los que favorecen la penetración y que el acto sexual no sea desagradable.

El incremento del flujo de sangre hacia los tejidos provoca un aumento en el tamaño de la vulva, que puede llegar al doble o triple de su tamaño original, si la estimulación persiste por un período prolongado, durante esta fase y la siguiente.

el útero se eleva y se dirige hacia adelante, produciendo un “efecto de cúpula” en los dos tercios internos de la vagina. El clítoris crece, aunque la tumefacción puede no ser observada a simple vista, y continúa aumentando durante todas las fases del ciclo sexual. La estimulación directa del clítoris produce un crecimiento más rápido y pronunciado, que la estimulación indirecta mediante fantasías, manipulación de las mamas, etc.

En una mujer embarazada que no ha parido, los labios mayores se adelgazan, se aplanan y se elevan ligeramente hacia arriba y afuera, retirándose de la apertura vaginal. En la que ha parido, los labios mayores se congestionan con sangre y aumentan al doble o triple de su tamaño normal. Los labios menores también aumentan de tamaño al doble o triple de su espesor normal. Al final de esta fase, unas glándulas que se encuentran en la vulva, llamadas glándulas de Bartholino producen una secreción escasa. Contrario a la creencia, estas glándulas no son las responsables de la lubricación vaginal, sólo ayudan en la lubricación de la vulva si la fase de meseta es prolongada.

A medida que la tensión sexual aumenta, los pezones se tornan rígidos como consecuencia de las contracciones de pequeñas fibras musculares. La sangre venosa es atrapada en las glándulas mamarias, lo que ocasiona un aumento de tamaño, de aproximadamente un 25%, al final de esta fase. Las areolas se distienden en forma considerable y las venas de las mamas se vuelven visibles, formando el llamado “árbol vascular”.

La miotonía, que es la tensión de los músculos voluntarios y algunas veces de los involuntarios, comienza y aumenta durante esta fase, lo que proporciona una clara evidencia de que la respuesta sexual de la mujer no está limitada a la región pélvica. A medida que la tensión crece, sus movimientos se vuelven más inquietos, potentes y rápidos. Durante esta fase y las subsiguientes, aumenta la tensión voluntaria de los músculos de las nalgas y del ano. La presión arterial y la frecuencia cardiaca aumentan a medida que aumenta la excitación.

En la mujer embarazada existen algunas diferencias en los cambios que ocurren durante la fase de excitación. La lubricación vaginal aumenta en cantidad y consistencia durante todo el embarazo, sobretodo en las multíparas, porque el embarazo se acompaña de un aumento de las secreciones vaginales. El fenómeno de elongación vaginal se va perdiendo a medida que el útero crece, esto se debe al efecto de gravedad ejercido por el útero sobre el canal vaginal.

En las primerizas, no se observan cambios en los labios mayores en el primer trimestre del embarazo, mientras que en las multíparas, aumentan de tamaño y adquieren un aspecto edematoso. Debido al aumento de la congestión vascular, el aplanamiento de los labios mayores está ausente durante el segundo y tercer trimestre, tanto en primerizas como en multíparas. En cuanto a los labios menores, su protrusión es mayor en el primer y segundo trimestre, en comparación con el tercer trimestre.
La congestión vascular mamaria se hace muy marcada durante el primer trimestre del embarazo, lo que aumenta más aún el tamaño de las mamas provocando sensación de dolor. Estos cambios no ocurren en el segundo y tercer trimestre del embarazo, por lo que el dolor desaparece. En las multíparas estos cambios mamarios son menos manifiestos que en la primeriza.

FASE ORGÁSMICA: La intensidad del enrojecimiento sexual y las reacciones musculares, son paralelas a la intensidad del orgasmo y la mujer pierde el control voluntario de los músculos. Ella no está consciente de sus movimientos físicos que, en ocasiones, son tan violentos que provocan dolor y fatiga al día siguiente. Mientras más fuerte es el orgasmo, más se ve involucrado el cuerpo de la mujer en la liberación de tensiones funcionales y mentales. Hay contracciones involuntarias de la zona perineal, el recto y la parte baja del abdomen, así como también puede ocurrir enrojecimiento, hinchazón y expansión del tórax.

El orgasmo femenino se caracteriza por contracciones simultáneas y rítmicas del útero, de la plataforma orgásmica y del esfínter anal. Las primeras contracciones son intensas y muy seguidas, con intervalos de 0,8 segundos. A medida que progresa el orgasmo, las contracciones disminuyen en intensidad y duración y los lapsos son menos regulares.

Un orgasmo moderado puede tener entre tres y cinco contracciones, mientras que uno intenso puede tener de diez a quince. Momentáneamente, durante esta fase, puede ocurrir una distensión involuntaria de la apertura externa de la uretra, que en algunas mujeres se manifiesta con salida de orina durante o después del orgasmo.

Posiblemente hay pérdida de orina a medida que aumenta la tensión sexual, especialmente entre las mujeres que han parido y esta perdida ha hecho pensar a muchas mujeres que tienen eyaculación; sin embargo, y a pesar de ser una creencia muy difundida, la mayor parte de las mujeres no eyaculan durante el orgasmo.

El clítoris permanece retraído y no es visible porque está oculto debajo del capuchón. Las contracciones uterinas empiezan 2 a 4 segundos después de las primeras sensaciones de orgasmo y son iguales a las contracciones iniciales del trabajo de parto, que comienzan en el fondo del útero y van descendiendo hasta llegar al cuello uterino

El orgasmo es una respuesta global de todo el organismo, no sólo de la pelvis. El patrón electroencefalográfico muestra cambios marcados durante el orgasmo, ocurren contracciones musculares en diversas regiones del cuerpo y el rubor sexual alcanza su máxima intensidad y extensión.

A menudo, las mujeres describen las sensaciones iniciales de un orgasmo como un trance momentáneo, al que sigue rápidamente una sensación sumamente placentera, que suele comenzar en el clítoris y que se extiende rápidamente por la pelvis.
En cuanto a las sensaciones físicas en los genitales, se definen con los términos de “ardiente”, “electrizante” o “cosquilleante”, sensaciones que, por lo general, se difunden por todo el cuerpo. Por último, la mayoría de las mujeres experimentan contracciones musculares en la vagina o en la parte interior de la pelvis, que se define con el término de una “vibración pélvica”.

En relación con los signos vitales, la frecuencia cardiaca se eleva más; la presión arterial continúa ascendiendo y puede alcanzar cifras tan altas como 200/120 mm de Hg, aunque esta elevación es menor que la observada en el hombre y la frecuencia respiratoria puede llegar hasta 40 respiraciones por minuto. El orgasmo masculino es único, mientras que la mujer tiene la capacidad de múltiples y variadas respuestas orgásmicas, que van a depender de las características personales.

Sumado a lo que pasa en la mujer que no está embarazada, en esta fase pueden ocurrir algunos cambios de las contracciones vaginales en las embarazadas, que no varían ni en el primero ni en el segundo trimestre de la gestación. La congestión vaginal que se establece en el tercer trimestre, impide la observación de las mismas.
Las contracciones uterinas que se producen en la fase orgásmica pueden causar un espasmo tónico en el útero con disminución de la frecuencia cardiaca fetal, fenómeno de carácter transitorio que no tiene repercusiones sobre el feto.

FASE DE MESETA : En la fase de excitación, se produce un aumento de la tensión sexual por encima del nivel basal o línea de arranque. En la fase de meseta, se mantienen e intensifican los niveles de excitación sexual, que en principio preparan el terreno para el orgasmo. La duración de la fase de meseta varía mucho de un individuo a otro.
Para los hombres que tienen dificultad en controlar su eyaculación, esta fase es extraordinariamente breve. En el caso de algunas mujeres, una fase de meseta breve puede preceder a un orgasmo de gran intensidad. En cambio, en otros individuos, una fase de meseta larga y pausada produce una exaltación erótica e íntima, que constituye de por sí, un final satisfactorio.

ORGASMO: El orgasmo (del idioma griego ὀργασμός) o clímax (del griego κλίμαξ, «escalera» o «subida») es el momento culminante del placer sexual.

Antes del orgasmo, sube la concentración de la sangre en los genitales hasta un máximo, y durante el clímax se dan contracciones de los músculos de esta zona del cuerpo, en la cual se descarga la tensión sexual. Después tiene lugar una relajación de la región genital y en muchos casos, de todo el cuerpo. En el caso del hombre, en general se da la eyaculación durante el orgasmo.

Aparte de las reacciones corporales, el orgasmo se hace notar por una sensación que casi siempre es sentida como placentera. Algunas culturas dividen los orgasmos en niveles que llegan hasta un estado de éxtasis que perdura por un largo periodo de tiempo y puede ser alcanzado por ciertas prácticas sexuales y prácticas de meditación.

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